Las hermanas Gourmet by Vicente Molina Foix

autor:Vicente Molina Foix [Molina Foix, Vicente]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2021-05-01T00:00:00+00:00

CAPÍTULO SEXTO

1

Estaba desnuda en mi cama sin poder dormir, hasta que, cansada de dar vueltas bajo la sábana, encendí la luz de la mesilla, mi bailarina modernista de piernas largas y tutú de bronce. La bombilla de color sostenida por las manos de la bailarina da una luz rojiza a mi cuerpo, como si de repente tuviera la escarlatina. No me siento enferma. Solo tengo calor. La gota gorda.

Soy de poco sudar, al contrario que mis dos hermanas mayores, que son, como dice Silvi, «sudaderas de nacimiento». Y como yo no lo soy, cualquier sudor me alarma y me molesta. Por ejemplo el de Maxi, que será todo lo guapo que se quiera, que quiera Silvi, o que yo mismo quiera, pero el tío no para de sudar. En cuanto sube a su moto, cuando trae carga del pueblo, en la playa, aunque esté nublado y fresco el día, a todas horas, Maxi se pone a sudar. A alguien que suda yo no me acerco. Debe ser una fobia infantil.

Los sudores de Antonella. Por lo visto tienen que ver con la edad. Sudor del climaterio. Yo aún no he llegado a esa fase, y por eso esta noche de grandes gotas cayéndome desde el cuello al cuerpo, desde el vientre a los muslos, me está mojando y quitándome el sueño.

Pero la noche cambia, como el cuerpo de Antonella, y quizá pronto como el cuerpo juncal de Rebeka. Me seco con una esponja las gotas gordas que tengo en las sienes, pero de repente el clima cambia y refresca. Afuera oigo rodar las sillas del porche, arrastradas por el viento, cae la lluvia, diluvia. Todo esto se sucede en dos o tres minutos.

Ha llegado la gota fría. ¿Cómo acusará este cambio de clima el climaterio de mi hermana Antonella?

Decido levantarme y dar unos pasos dentro del dormitorio, aún desnuda, hasta que el enfriamiento general causado por la gota fría enfríe mi cuerpo y seque mis gotas gordas. De un modo espontáneo, sin albornoz ni toallas.

Ya lo noto. El sudor ha desaparecido, mientras al otro lado de mi ventana el golpe de la gota fría me aturde; como si alguien tirara piedras a los ventanales. El pedrisco. ¿Cómo es que ese estruendo no ha despertado a mi hermanita Silvi, que duerme pared con pared? Ahora tengo frío.

«¿Silvi? ¿Estás despierta?».

Silvina no contesta. Abro la puerta del vestidor que da a su cuarto y entro: su cama no ha sido deshecha por lo que veo. ¿Seré yo la única a la que le causa efecto la tormenta? La granizada no parece haber hecho mella en las hermanas del primer piso ni en el bello durmiente del tercero. Me he vestido y he abierto la ventana de mi dormitorio. Hay bolas de granizo en el alféizar. Me las pongo en la frente. Me refrescan, me queman. Maxi, encima de mí, de nosotras, en su buhardilla, ¿no siente el bombardeo?

Bajo a la primera planta. El cuarto de Antonella tiene echada la llave, el de Rebeka lo puedo abrir pero está apagado.

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